La palabra tsunami viene del japonés puerto (tsu) y ola (nami). A diferencia de las olas del mar normales, que se generan por las mareas, el viento, las corrientes y las condiciones meteorológicas, el tsunami se desencadena por algo que provoca el desplazamiento de un enorme volumen de agua, como avalanchas de tierra, erupciones volcánicas y terremotos. Son precisamente los terremotos que se producen en las zonas de subducción (donde se encuentran dos placas tectónicas presionando una contra otra e introduciéndose una bajo la otra), donde normalmente se generan los tsunamis.
Una vez se ha generado, la ola puede viajar a una velocidad de unos 800 a 1.000 km/h, sus olas pueden alcanzar los 10 metros de altura al llegar a la costa. Son olas que, a diferencia de las superficiales, implican movimiento de toda la columna de agua, hasta el fondo. Además de viajara a gran velocidad, puede recorrer grandes distancias con una pérdida de energía limitada.
Los sistemas de alerta de tsunamis aprovechan esas horas que puede haber entre el terremoto y la llegada de las olas gigantescas. Se basan en redes de sensores de presión instalados en el fondo marino y boyas de superficie que transmiten la información sobre la situación del mar, en tiempo real, por satélite.
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