La mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas y, por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje comprensible para todos.
Albert Einstein.

La odisea de los más antiguos pobladores de la Tierra

Algunos estudios genéticos ya habían apuntado que los bosquimanos que habitan el sur de África son un grupo humano muy antiguo. La confirmación ha llegado recientemente en un estudio publicado en Nature, que revela que se trata de los Homo sapiens modernos con más diversidad genética y que nuestra especie pudo dar sus primeros pasos en lo que eran sus tierras, en el África austral, hasta que grupos de bantúes, hotentotes o blancos las fueron ocupando.
Los bosquimanos juntos con los hadza tanzanos, serían los pueblos de cazadores y recolectores remanentes de aquellos primeros grupos que decidieron quedarse en su hogar durante casi 70.000 años, mientras algunos parientes salían por el noroeste africano en busca de nuevos horizontes.
Tras la colonización, el vasto territorio que ocupaban se repartió entre cuatro países: Bostwana, Angola, Sudáfrica y Namibia, y su futuro quedó truncado. Su situación no ha dejado de empeorar desde entonces. Para algunos gobiernos son "los salvajes", "las gentes de la Edad de Piedra" que hay que civilizar en reservas acondicionadas.
En Namibia, es fácil encontrarlos alcoholizados en las esquinas de las grandes ciudades, malviviendo en asentamientos de chabolas de lata bajo un sol abrasador, prestándose a mostrar sus ancestrales danzas a cambio de las limosnas de los turistas, muy lejos del parque nacional de Etosha, donde vivían. Pero donde el acoso ha sido más destructor es en Bostwana, donde viven unos 45.000 bosquimanos. Desde mediados de los 90, el gobierno fue expulsándoles de la Reserva Central del Kalahari, un extenso territorio de 52.000 kilómetros cuadrados con grandes riquezas minerales, sobre todo de diamantes, y una fauna con gran potencial turístico.
No es un pueblo religioso. Su conexión es con la tierra dónde están enterrados sus antepasados y con la naturaleza. En los campamentos están perdidos porque no pueden trabajar ni cazar.
Tampoco es envidiable la historia de sus parientes genéticos, los hadza tanzanos. No superan el millar y sus territorios de caza podrían ser atravesados en el futuro por una autopista.

La noche de las hormigas vivientes

Lo que observamos en la foto de arriba es una hormiga zombi, o algo parecido. La pequeña hormiga está infectada por el hongo Ophiocordyceps unilateralis, parecido al que en el centeno forma los llamados "cuernos" o Claviceps purpurea. Estos hongos, de la familia de los Calvicipitaceae, son productores de micotoxinas, alcaloides derivados del ácido lisérgico, que perturban la mente. En la Edad Media se producían frecuentemente intoxicaciones por consumo de cereales infectados con cornezuelo que desembocaba en graves y dolorosas dolencias que producían intenso picor. Lo llamaban el fuego de San Antonio y provocaba lesiones deformantes y muchas veces fatales.
O. unilateralis infecta un determinado tipo de hormigas carpinteras de las selvas brasileñas a las que trastornan su mente impulsándolas a vagabundear fuera de su nido en los troncos hasta que acaban por morir. Cuando el resto de las hormigas detectan que alguna de esas compañeras está infectada por el hongo, no paran hasta que consiguen expulsarla de su compañía, así el hongo llega al ambiente donde mejor se reproduce. Como en las zonas altas de los árboles no ofrecen la humedad ni la temperatura adecuada, el hongo obliga a la hormiga a trasladarse a zonas más bajas en donde las condiciones son mejores. El mordisco postrero del zombi no ocurre en cualquier lugar, sino que frecuentemente se aferra a una vena de la parte de abajo de una hoja que está a dos palmos del suelo en donde la humedad es más del 90% y la temperatura entre 20 y 30ºC. Las esporas son el vehículo para volver a infectar a otras hormigas y de esta forma empezar de nuevo el ciclo, segurando así la perpetuación de la especie.
O. unilateralis produce hifas que salen de la cabeza del cadáver una vez ha muerto, a la vez que remodela el cadáver reforzando las zonas débiles de la cutícula. El hongo se desarrolla y realiza su reproducción sexual produciendo unos sacos llenos de esporas, y las hormigas que pasan, quedan infectadas.


"La Tierra se Agota" de James Lovelock: El último aviso para salvar nuestro planeta

James Ephraim Lovelock se ha descrito en ocasiones como un científico de la Tierra y de la vida, creador de la controvertida teoría de Gaia, siempre se refiere a la Tierra como algo vivo. Para él, Gaia es un ente vivo capaz de autorregularse para seguir conteniendo vida en su interior. Desde la perspectiva de su teoría gaiana, Lovelock nos hace ser conscientes de la gravedad de nuestra situación. A veces, los individuos sufren una enfermedad llamada policitemia, una superpoblación de glóbulos rojos que hacen más daño que bien. Por analogía la enfermedad de Gaia podría llamarse "poliantroponemia" en la que los seres humanos la superpueblan. Esta enfermedad no sólo afecta al cambio climático, manifiesto en la sequía, el calor y el aumento del nivel del mar. Hay que tener en cuenta también que la química del aire y los océanos está cambiando y el mar es cada vez más ácido.
Podemos hablar de desarrollo sostenible, de huellas de carbono, de energías más limpias y renovables, pero llegados a este punto, parece imposible revertir los cambios adversos que ya han comenzado. Pese a ello, tenemos la esperanza de vivir en un planeta que se autorregula para mantenerse habitable, el estado de calentamiento en el que Gaia podría replegarse debido a su enfermedad será incómodo pero no letal.
No obstante pese a ser inevitable, contamos con numerosos recursos para frenar el cambio, Lovelock apuesta por el uso de las energías nuclear y termosolar, no sólo por tratarse de las más limpias y rentables, sino porque proporcionarían en el futuro una civilización compacta que permitiría la síntesis de alimentos reduciendo su impacto en el planeta, y el expandido desierto de este calorífico planeta constituiría una abundante fuente de energía solar. Dicha civilización daría la oportunidad de dejar de ser una carga para la regulación de Gaia. También nos habla de geoingeniería; métodos físicos paliativos tales como la manipulación del albedo planetario; geoingeniería biológica, que incluye la fertilización de los sistemas de las algas marinas con hierro; y geoingeniería gaiana que incluye cambiar la naturaleza de retroalimentación climática de positiva a negativa, por ejemplo mediante la captación de dióxido de carbono de la atmósfera.
Lo verdaderamente importante es que la Humanidad debe sobrevivir a este cambio, y que nuestros descendientes sepan hacerlo de una forma aún más próxima a Gaia.

¿Por qué tenemos miedo a las centrales nucleares?

Tras el gravísimo accidente de Fukushima, es probable que mucha gente tenga dudas respecto a lo que representa el fenómeno de la radiactividad y qué consecuencias puede tener para la salud. Las radiaciones son un tipo de energía que forma parte de la naturaleza. Por ejemplo, gran parte del material del suelo es uranio, y las estrellas también emiten radiación, especialmente el sol, y esto se nota de forma acusada cuando viajamos en avión. Las partículas que más abundan son las de tipo gamma, que atraviesan sin dificultad los tejidos e impactan en el ADN de las células, donde producen el efecto más importante, ya que provocan mutaciones celulares produciendo cáncer. La radiación también se puede inhalar. Esta vía tiene un agravante, porque el elemento químico entra en el cuerpo, puede metabolizarse y permanecer durante mucho tiempo descargando radiaciones. Hay que distinguir entre la exposición puntual a altas dosis (muy por encima de 100 milisieverts), que pueden provocar efectos agudos en poco tiempo (malestar, quemaduras en la piel, caída del pelo, diarreas, náuseas y vómitos), y los daños acumulados, que pueden causar problemas más graves a largo plazo (cáncer), sobre todo leucemias y cáncer de tiroides. Esto último es debido a que entre los múltiples componentes que pueden encontrarse en un reactor nuclear, uno de los más peligrosos es el yodo radiactivo, que puede ser absorbido por el organismo durante un accidente acumulándose en la glándula tiroides. El uso de yoduro de potasio (las famosas pastillas de yodo) tiene como objetivo evitar estos daños, saturando la glándula para que no pueda absorber más yodo radiactivo.
Las radiaciones controladas no suponen ningún riesgo, y conviven con nosotros en hospitales, industrias, en ciertos gases que se encuentran en el terreno... Sirven para tratar el cáncer (radioterapia) y para diagnosticar muchas enfermedades (resonancias magnéticas, por ejemplo). Lo que ha sucedido en Japón es una situación inesperada e impredecible, y las repercusiones dependerán de la distancia a la que se encuentre cada persona, su sensibilidad y por supuesto las dosis y los materiales radiactivos emitidos.
Según ha reconocido la Agencia de Seguridad Nuclear Japonesa, unos minutos después de la tercera explosión registrada en la central, los niveles de radiación superaron los 8 milisieverts (mSv) por hora, el triple de la cantidad normal a la que está sometida una persona a lo largo de todo un año. Una persona recibe unos 3 mSv a lo largo de todo el año (según la OMS), el 80 % a través de fuentes naturales de radiación, y el otro 20 % a través de procedimientos y pruebas médicas, aunque estas cifras varían en función del terreno. Según Eduardo Gallego, profesor del Departamento de Ingeniería Nuclear de la Universidad Politécnica de Madrid, por debajo de los 100 mSv al año (cifra que equivale a 2 o 3 escáneres), la mayoría de la gente no sufre ningún síntoma. Los ciudadanos de Fukushima tendrían que estar unas 12 horas expuestos para alcanzar los 100 mSv. Es muy recomendable no obstante realizar controles médicos periódicos en busca de posibles tumores. A partir de 100 mSv pueden aparecer algunos daños en la piel, náuseas, vómitos, problemas respiratorios y, si afecta a mujeres embarazadas, puede ocasionar retraso en el desarrollo cerebral del bebé. A mayores dosis, mayores repercusiones como destrucción del sistema nervioso central y los glóbulos blancos y rojos, lo que compromete el sistema inmunológico.

Pese a ello y al reciente accidente ocurrido en Japón, es un error pensar que las centrales nucleares son excepcionalmente peligrosas. Desde el accidente en la central soviética de Chernobil (Ucrania) se ha desatado una furia antienergética nuclear que ha perseguido al mundo. El accidente, una explosión de vapor, sucedió en un reactor inestable en el que se estaba llevando a cabo un experimento imprudente y mal planteado. Las 75 personas que murieron eran casi todas trabajadores de la central o del equipo enviado por el estado para recoger el desastre. Incluso la BBC anunció solemnemente durante los años siguientes que habría decenas sino cientos de miles de muertes a causa de la radiación en toda Europa. Médicos pertenecientes a diversos organismos de Naciones Unidas han realizado repetidas investigaciones y no han encontrado ninguna prueba que respalde esas sombrías predicciones. Los expertos en radiaciones que podían haber puesto en tela de juicio semejantes predicciones decidieron guardar silencio. En cualquier caso, debido a dicho accidente y a las pruebas nucleares llevadas a cabo por Francia, la Unión Soviética y EEUU, se formó la idea de que todo lo nuclear, incluido el uso de energía atómica para producir electricidad es malo, insalubre y hasta pecaminoso. De esta manera, el mensaje se amplificó hasta el punto de que ningún partido político tiene el coraje de respaldar abiertamente la energía nuclear como la más ecológica, barata, fiable y segura fuente de electricidad. 
El miedo a lo nuclear está tan enraizado que si a un ingeniero de una central nuclear japonesa se le cae una llave inglesa y necesita primeros auxilios (y con este ejemplo no pretendo restar importancia al gravísimo accidente de Fukushima), la noticia aparece en la primera página de nuestra prensa bajo el título de "Grave accidente en una central nuclear japonesa", mientras que la muerte de cientos de mineros chinos a consecuencia de una explosión subterránea en una mina de carbón no merecerá más que un pequeño párrafo perdido en las profundidades de esa misma prensa.

Tomado de "La Tierra se Agota" de James Lovelock.

¿Qué es un tsunami?


La palabra tsunami viene del japonés puerto (tsu) y ola (nami). A diferencia de las olas del mar normales, que se generan por las mareas, el viento, las corrientes y las condiciones meteorológicas, el tsunami se desencadena por algo que provoca el desplazamiento de un enorme volumen de agua, como avalanchas de tierra, erupciones volcánicas y terremotos. Son precisamente los terremotos que se producen en las zonas de subducción (donde se encuentran dos placas tectónicas presionando una contra otra e introduciéndose una bajo la otra), donde normalmente se generan los tsunamis.
Una vez se ha generado, la ola puede viajar a una velocidad de unos 800 a 1.000 km/h, sus olas pueden alcanzar los 10 metros de altura al llegar a la costa. Son olas que, a diferencia de las superficiales, implican movimiento de toda la columna de agua, hasta el fondo. Además de viajara a gran velocidad, puede recorrer grandes distancias con una pérdida de energía limitada.
Los sistemas de alerta de tsunamis aprovechan esas horas que puede haber entre el terremoto y la llegada de las olas gigantescas. Se basan en redes de sensores de presión instalados en el fondo marino y boyas de superficie que transmiten la información sobre la situación del mar, en tiempo real, por satélite.

Así era Ötzi, el Hombre de Hielo


Vivió hace 5.300 años (según las pruebas con carbono 14) y su nombre alude al valle alpino de Ötz. Se trata de un Homo sapiens de finales del Neolítico que fue hallado momificado y perfectamente preservado por el hielo el 19 de septiembre de 1991. 20 años después Ötzi vuelve a la vida en esta recreación realizada utilizando tomografías computerizadas, y que puede ser contemplada en el Museo Arqueológico de Bolzano. El resultado es una persona con el rostro demacrado y surcado por profundas arrugas, muy ajada para sus 46 años, delgada, con muy poca grasa subcutánea pero con buenos músculos y una estructura ósea robusta. Obviamente, hay partes que son fruto de la interpretación, pero sí se sabe a ciencia cierta que tenía los ojos marrones, medía 1,60, pesaba unos 50 kg y llevaba el pelo largo.
Murió un día de primavera o inicios de invierno como se deduce de la presencia de restos de polen en sus pulmones e intestinos. Ötzi acababa de subir una montaña cubierta de nieves perpetuas en los Alpes italianos. Tenía una grave herida en la mano derecha, que se había hecho entre uno y tres días antes, probablemente en el curso de un pelea. Todo indica que Ötzi huía de algo o de alguien y se vio obligado a abandonar su aldea.
Llevaba un arco sin terminar y un carcaj con 12 flechas de las cuales sólo 2 estaban listas para disparar. Cargaba también un cuchillo de pedernal, con su propia funda y un instrumento para afilarlo, un trozo de pedernal para poder encender un fuego y trozos de carbón incandescente envueltos en hojas para hacer una hoguera en cuestión de minutos.
Cansado por el esfuerzo, nuestro hombre buscó entre las rocas un lugar seguro y poco visible donde sentarse a descansar. Después se sentó a comer: un poco de carne de ciervo aderezada con verduras y un cereal en forma probablemente de pan. Aún tenía el estómago lleno cuando alguien le disparó por la espalda una flecha que le dio en el hombro izquierdo. La herida de dos centímetros le causó una fuerte hemorragia, hasta el punto de morir desangrado en cuestión de minutos. 
Su cadáver quedó sepultado bajo una gruesa capa de nieve y hielo en poco tiempo, por lo que permaneció congelado durante 5.300 años.
Se han contado hasta 57 tatuajes en su cuerpo, muy elementales, limitándose incluso a puntos, pequeñas líneas y diminutas cruces. Se piensa que puede tratarse de una técnica ancestral de curación ya que en los mismos puntos se han detectado signos de artritis. En palabras de Beat Gugger, comisario del museo, "lo fascinante de Ötzi es que nunca llegaremos a conocerle del todo, lo que a su vez hará que siempre siga despertando interés científico".