Vivió hace 5.300 años (según las pruebas con carbono 14) y su nombre alude al valle alpino de Ötz. Se trata de un Homo sapiens de finales del Neolítico que fue hallado momificado y perfectamente preservado por el hielo el 19 de septiembre de 1991. 20 años después Ötzi vuelve a la vida en esta recreación realizada utilizando tomografías computerizadas, y que puede ser contemplada en el Museo Arqueológico de Bolzano. El resultado es una persona con el rostro demacrado y surcado por profundas arrugas, muy ajada para sus 46 años, delgada, con muy poca grasa subcutánea pero con buenos músculos y una estructura ósea robusta. Obviamente, hay partes que son fruto de la interpretación, pero sí se sabe a ciencia cierta que tenía los ojos marrones, medía 1,60, pesaba unos 50 kg y llevaba el pelo largo.
Murió un día de primavera o inicios de invierno como se deduce de la presencia de restos de polen en sus pulmones e intestinos. Ötzi acababa de subir una montaña cubierta de nieves perpetuas en los Alpes italianos. Tenía una grave herida en la mano derecha, que se había hecho entre uno y tres días antes, probablemente en el curso de un pelea. Todo indica que Ötzi huía de algo o de alguien y se vio obligado a abandonar su aldea.
Llevaba un arco sin terminar y un carcaj con 12 flechas de las cuales sólo 2 estaban listas para disparar. Cargaba también un cuchillo de pedernal, con su propia funda y un instrumento para afilarlo, un trozo de pedernal para poder encender un fuego y trozos de carbón incandescente envueltos en hojas para hacer una hoguera en cuestión de minutos.
Cansado por el esfuerzo, nuestro hombre buscó entre las rocas un lugar seguro y poco visible donde sentarse a descansar. Después se sentó a comer: un poco de carne de ciervo aderezada con verduras y un cereal en forma probablemente de pan. Aún tenía el estómago lleno cuando alguien le disparó por la espalda una flecha que le dio en el hombro izquierdo. La herida de dos centímetros le causó una fuerte hemorragia, hasta el punto de morir desangrado en cuestión de minutos.
Su cadáver quedó sepultado bajo una gruesa capa de nieve y hielo en poco tiempo, por lo que permaneció congelado durante 5.300 años.
Se han contado hasta 57 tatuajes en su cuerpo, muy elementales, limitándose incluso a puntos, pequeñas líneas y diminutas cruces. Se piensa que puede tratarse de una técnica ancestral de curación ya que en los mismos puntos se han detectado signos de artritis. En palabras de Beat Gugger, comisario del museo, "lo fascinante de Ötzi es que nunca llegaremos a conocerle del todo, lo que a su vez hará que siempre siga despertando interés científico".
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