Muchos de nosotros, amantes de la ciencia ficción desearíamos convivir con lo que para nosotros son personajes entrañables de nuestras novelas o películas favoritas. Sin embargo, existe un sentimiento de repulsión hacia los androides. Las personas desconfían de estas réplicas humanas que se asemejan y actúan casi como seres humanos. El robotista japonés Masahiro Mori, explicó este fenómeno en la década de los setenta. Su teoría del valle inquietante afirma que sentimos más empatía hacia un robot cuanto más humanoide es, hasta llegar a un punto de inflexión donde el parecido humano nos empieza a repeler. El "valle" es por tanto, un bache en una gráfica de la aceptación de un androide que se corresponde con la pérdida de las características maquinales, y la dotación de un parecido excesivo a un ser humano.
Un equipo internacional investigó el fenómeno estudiando el encéfalo de personas mientras observaban a un androide inquietante denominado Repliee Q2. Los descubrimientos, publicados en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, sugieren que el desajuste perceptual entre la apariencia y el movimiento es lo que provoca estos sentimientos.
Ayse Pinar Saygin, de la UC San Diego y autora principal del estudio, evaluó lo que denominan el sistema de percepción de la acción del encéfalo humano. ¿Está este sistema configurado más en función de la apariencia o del movimiento del ser humano? El objetivo era desentrañar las propiedades funcionales de sistemas encefálicos que permiten que las personas comprendan las acciones y los movimientos de los demás. Los resultados de los escáneres de resonancia magnética funcional (RMf) mostraban que el cerebro de los participantes se "encendía" cuando la apariencia humana de un androide y su movimiento robótico "no computaban". El encéfalo no parece creado para atender a la apariencia biológica o al movimiento biológico per se, indicó la profesora Saygin. Aparentemente se ocupa de comprobar si se cumplen sus expectativas, que la apariencia y el movimiento sean congruentes.
Es curioso, pero pensamos en lo graciosas que resultan a todo el mundo esas máquinas de tabaco con voz de mujer y los siniestras que, sin embargo, nos parecen las muñecas articuladas que adivinaban la fortuna en las ferias de hace un siglo. Ambas no son más que simples mecanismos expendedores, pero la primera es similar a esa clase de robot aparatoso y simpático, como R2D2 de Star Wars, mientras que en la segunda hay una imitación grotesca de lo humano.
Aquí os dejo uno de los vídeos para que decidáis vosotros mismos en qué punto de la curva de aceptación os situaríais:
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