La mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas y, por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje comprensible para todos.
Albert Einstein.

"El Gran Diseño", de Stephen Hawking y Leonard Mlodinow

Stephen Hawking, uno de los más grandes físicos teóricos del mundo, y su colega Leonard Mlodinow, nos muestran en su último libro una nueva imagen del universo. No obstante, en este tratado no explica  únicamente cómo se comporta el universo, sino también por qué lo hace como lo hace. ¿Por qué hay algo en lugar de no haber nada?, ¿por qué existimos?, ¿por qué este conjunto particular de leyes y no otro?. No, no se tratada de un tratado sobre filosofía, sino sobre los progresos técnicos, y las teorías más recientes en el campo de la física.
Durante siglos, los científicos han buscado una única teoría unificada que explicara todas las fuerzas de la naturaleza y que diera razón a cada detalle de la materia. Tal como Einstein lo expresó, la esperanza consistía en decir que "la naturaleza está constituida de tal forma que es posible establecer lógicamente unas leyes tan estrictamente determinadas que en su marco sólo pueden presentarse constantes físicas completamente determinadas de forma racional (por lo tanto, constantes cuyo valor numérico no pueda ser modificado sin destruir la teoría)". La llamada teoría M podría ser esta teoría. En cualquier caso, nuestra existencia está sujeta a un ajuste fino de las leyes de la física, lo que mucha gente usaría como evidencia de que somos obra de un Dios, y no de la casualidad. Sin embargo, según las predicciones de la teoría M, nuestro universo no es el único, sino que muchos de ellos fueron creados de la nada. La idea del multiverso no es una noción inventada para justificar el milagro del ajuste fino, sino que es consecuencia de la condición de ausencia de límites, ya que significa que nuestro hábitat cósmico es, tan solo uno entre muchos otros, tal como nuestro sistema solar es uno entre muchos otros. Por lo tanto, los ajustes finos en las leyes de la naturaleza pueden ser explicados por la existencia de miles de millones de universos. En definitiva, no hace falta invocar a un Dios para encender las ecuaciones y poner en marcha el universo.

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