Los políticos del mundo desarrollado admiten el cambio climático, pero da la impresión de que sus políticas siguen siendo las del siglo XX, basadas en los consejos de grupos de presión verdes y en los de la comunidad empresarial, que ve enormes ganancias a corto plazo en los programas energéticos subvencionados. Se diría que rara vez actúan siguiendo las recomendaciones de sus consejeros científicos. Mientras que Francia e Inglaterra siguen adelante con sus programas para construir y mejorar nuevas centrales nucleares, en España seguimos empeñados en llenar nuestros montes de estos horribles artilugios.
Espero que el movimiento verde y sus abogados cejen en su equivocada oposición a la energía nuclear. Es irracional en su mayor parte, y se basa en una insostenible concatenación de errores y desinformación. Es absurdo pensar que se puede alterar la respuesta de la Tierra a nuestro favor usando energía solar fotovoltáica o energía eólica.
Para un parque eólico de 20 turbinas de 1 MW se necesitan unas 10.000 toneladas de hormigón. Se requerirían 200 parques eólicos de estas características, que cubrirían un área considerable, para igualar la constante producción de energía de una sola central térmica de carbón o de una central nuclear. Aún más absurdo es que habría que construir una central nuclear o una térmica de carbón de tamaño estándar por cada uno de esos gigantescos parques eólicos para secundar las turbinas durante el 75% del tiempo en que el viento fuera demasiado fuerte o demasiado débil. Además, para construir un parque eólico de 1 GW se emplearía suficiente cantidad de hormigón, dos millones de toneladas, como para construir una ciudad en la que podrían vivir 100.000 personas en 30.000 casas. Al hacer y utilizar esa cantidad de hormigón se liberaría alrededor de un millón de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
No nos engañemos, el hecho de que cerremos nuestras centrales nucleares, no nos hace independientes de la energía nuclear, sólo sirve para aumentar cada año nuestro recibo de la luz, debido a la constante necesidad de España de comprar energía de más allá de los Pirineos, producida por cierto por modernas centrales nucleares francesas.
Tomado de "La Tierra se Agota" de James Lovelock.