La mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente sencillas y, por regla general pueden ser expresadas en un lenguaje comprensible para todos.
Albert Einstein.

Condones en gravedad cero

¿Quién no ha querido ser astronauta en alguna etapa de su vida? Lo cierto es que no es un camino de rosas, y la mayoría de ellos, tras años de entrenamiento, permanecen en el espacio unos pocos días. El duro entrenamiento al que someten es sumamente necesario para poder vivir en ausencia de gravedad. El cuerpo humano no funciona igual sin gravedad. La sangre, por ejemplo, deja de acumularse en las piernas para quedarse en la parte alta del cuerpo. Los receptores del volumen sanguíneo están en la parte alta por lo que el cerebro interpreta que hay demasiada sangre y empieza a fabricar menos células sanguíneas e inmunitarias, lo que baja las defensas. Otro órgano que tampoco funciona bien es la vejiga. Cuando está llena, los sensores lo detectan y ordenan al cerebro que debe vaciarse. En gravedad cero, estos sensores no funcionan. Por esto, en los inicios de los programas estadounidenses Geminis y Apolo, los astronautas tenían que ajustarse una especie de condón al pene. Mediante un tubo de plástico, este condón se conectaba a una bolsa donde se acumulaba la orina. No obstante, surgió algún problema al respecto... la NASA ofrecía tres tamaños de condones: pequeño, mediano y grande. Ningún astronauta escogía el pequeño lo que provocaba situaciones en las que el condón se salía de su posición. Por eso, más adelante los técnicos de la NASA decidieron simplemente cambiar el nombre de los tamaños disponibles a grande, extra-grande y extra-extra-grande.

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